viernes, 14 de noviembre de 2008

10. ¿DE QUÉ SE RÍEN?


¿Por qué tardaste tanto en contestar? – fue lo primero que dijo Franco...

-Porque acá todo es un quilombo –respondí de inmediato. Y me arrepentí de haberlo dicho. La fragilidad de Franco era lo que teníamos que contemplar por sobre todo. Coloqué el teléfono sobre la mesada del baño, así hablábamos los tres. Le hice señas al Negro para que se calmara porque lo veía muy nervioso. Levantó el pulgar en señal de haber entendido y acercándose al celular, carraspeó y dijo:

-¿Franco, vos sos loco o sos boludo? ¿qué mierda tenés en la cabeza, pelotudo?

-No, Negro, pará.

-Dejalo, tiene razón. Soy un boludo.

-No, no le des bola, está enojado con una mina que no le dio pelota… si se llega a enterar la Flaca lo mata…-
No sabía como arreglarla -¿cómo estás? ¿me podés decir qué te pasa? ¿qué hacés ahí? tengo ganas de hablar tranquilo…

Hubo silencio en el teléfono. Pero llegaban voces desde el café. Adalberto discutía con la periodista mientras la pelirroja gritaba que la llamada era de Franco y que la dejáramos hablar con él.

-No sé, hace un tiempo que no me estoy sintiendo bien… ¿che, de quién es la voz que chilla de fondo?

-Es Carla, la colorada.

-¿Quién?

-Tu novia de la playa, la pelirroja.

-¿Y qué hace la loca ahí?

-Vino a salvarte. Dijo que te querés matar por ella y que te perdona.
– antes de terminar la frase el Negro soltó una carcajada.

- ¿En serio dijo eso? qué mina estúpida

-Decías que hace tiempo que no estás bien… -
no quería que Franco dejara de hablar o que cambiara de tema - … ¿con qué no estás bien?

-Estoy como el orto conmigo… ¿no se nota?

-No Franco, al contrario, siempre se te ve bien. No sabíamos que estabas mal… pero se puede arreglar, seguro, lo que sea se puede arreglar… ¿qué pasó? ¿qué cosa hizo que subas ahí y…?
–me detuve antes decir “y te quieras matar”. No son palabras para mencionar en un momento así. El Negro no siempre entiende de sutilezas.

-¿Por qué te querés matar? ¿estás en pedo?

-No puedo creer la cantidad de gente que hay abajo. Se ven chiquitos. Cada tanto veo que se cagan a trompadas.

-¿No viste a los emos? No llegué a pegarle a ninguno. Vinieron a pedirte que saltaras. Son una manga de pelotudos.

Le tiré con el rollo de papel higiénico por la cabeza para que se callara. Ahí entendió que estaba hablando de más. Juntó el dedo índice con el pulgar y se los pasó por la boca, de lado a lado.

-Me traje una mochila con varias cosas y me olvidé los cigarrillos. Tengo unas ganas de fumar tremendas…

-Franco ¿cómo subiste hasta ahí?

Durante los siguientes minutos lo escuchamos contar lo que él llamó un día de mierda. Franco hablaba pausado, sin énfasis, haciendo hincapié en detalles que yo trataba de desmenuzar para encontrar la forma de revertirle el ánimo. Cuando terminó el relato amenacé al Negro apuntándole con el palo del secador de piso. Eso no lo amedrentó:

-Mis últimas tres semanas fueron peores que eso, y acá estoy, a nivel del mar. Mirá, ayer a la mañana fui con mi hermano, que necesitaba un ayudante porque el pibe que trabaja con él se pegó el faltazo, a destapar un baño. Terminé salpicado de mierda hasta las orejas… si hubieras sido vos ¿qué hacías? ¿metías la cabeza dentro del inodoro hasta ahogarte? Dejate de joder, che, y bajá de una puta vez de ahí.

Me tomé con las dos manos la cabeza ante las palabras del Negro. Yo tratando de medir las palabras, de lograr un tono de conversación agradable para que nada empeore más la situación y el energúmeno morocho se despacha con la anécdota del inodoro empastado para comparar desgracias. Me enderecé en el baño decidido a meterle una sopapa en el culo al Negro (estaba ahí, al lado del inodoro y me tentó para hacer justicia), cuando desde el celular oímos la risa de Franco. Si, eso eran carcajadas de Franco. Se reía por primera vez en la conversación. Finalmente reíamos los tres. Del celular salían frenéticas, contagiosas risotadas que, cuando disminuían entre jadeos, volvían a subir en intensidad, arengadas por las carcajadas del Negro y sus clásicas arremetidas de risa demencial, tan oportunas hoy como nunca antes.

-¿De qué se ríen? – preguntó Adalberto, asomándose por la puerta.

-De un chiste del Negro –dije, todavía blandiendo la sopapa - escuchá como se ríe Franco – y le acerqué el teléfono. El semblante de Adalberto cambió completamente, como el nuestro. Si Franco se reía era una buena noticia para todos.

-Franquito, loco, bajá de ahí. Si bajás ahora te regalo el barril de cerveza que siempre me pedís, el que está sobre la barra. – Y después de sobornarlo, nos contó que la pelirroja acababa de irse a las puteadas pero la periodista estaba ahí esperándonos y no se iba a retirar hasta que habláramos con ella.

Adalberto acercó más el oído al teléfono. Frunció el ceño y nos dijo en voz baja:

-Eso no es risa… está llorando.

Era cierto: Franco lloraba como un chico…

11 Murieron un poco menos:

Consol dijo...

No quiere cerveza Franco, ni barril, ni pelirroja. Es un día de mierda. No llores Franco, no llores.

Muy bueno Martín.

Hasta dentro de cuarenta y ocho horas.

Anita la bibliotecaria dijo...

POrqué será q en ciertas circunstancias de presión vienen esas risotadas contagiosas y detrás de ellas el llanto contenido q brota a borbotones?

Franco: larga todo, llorá q "hace bien" ( eso dicen las madres)....si querés te acompaño.

ADALBERTO dijo...

Martín, este diálogo con ese final inesperado, realmente, me emocionó.
Los amigos son así: ríen y lloran al mismo tiempo!
Un abrazo. Adal.

El Gaucho Santillán dijo...

Que cosa, las emociones. La anecdota del inodoro empastado? no la conozco. Que la cuente!!!

saludos

Vivius dijo...

En esas circunstancias (y en otras también), si me olvido los cigarrillos vuelvo a buscarlos!
Son delirantes y muy risueños los pasos de comedia con el Negro en el baño, por un momento al ver la sopapa imaginé (sin haber leído) que el celular terminaba en el inodoro.
Franco, con su risa y llanto, con sus nadas y sus todos, Franco está reconociendo en voz alta que no puede más, que necesita que lo sostengan y contengan. (Bueno al menos eso a mi me parece).

Muy bueno Martín, como siempre.

Irene dijo...

Q buen relatoo!!..cada vez me gusta mas!!!

Y q dialogos!!! Franco me mata!!

Martin, siga por favor!!

Besos enormes.

Martín Aon dijo...

SIBERIA: gracias por el acompañamiento minuto a minuto.

ANITA: es como la risa en los velorios: incómoda pero inevitable.

ADALBERTO: no se emocione tanto y traiga un café.

GAUCHO: sospeché que esa parte escatológica podría interesarle. Después le paso el número de teléfono del Negro.

VIVIUSKA: usted (verá que ya no la tuteo) siempre aporta su lectura personal de lo que pasa en la historia, cosa que le agradezco.
Es muy interesante para mí enterarme qué leen cuando la leen.
A cada uno le suena de una forma.
Esto es interesantísimo.

IRENE: sigo, si, por supuesto (pese a Blogger, que me tiene harto).
Y usted siga ahí también, como siempre.

Anita la bibliotecaria dijo...

cómo sigue?? cómo sigue??? COOOOÓMOO SIGUE???

si,si toy con ataque de ansiedad.

Anita la bibliotecaria dijo...

Ah! vos tambien andas harto de blogger? a mi me esta cansando y en cualquier momento le doy un sopapaso a la pc ( q no tiene la culpa) encima tengo problemas de conexión (fuck) se suma toooodo y quiero estar al tanto de las novedades de Franquito.

gonza dijo...

Cada vez mejor. Eso de confundir llanto con risa me pasó y no se los recomiendo a nadie. Siga dibujando maestro !!!

Martín Aon dijo...

ANITA tengo serios problemas con blogger. Me tiene podrido.
No descarto mudarme.
Gracias por estar atenta ahí... Quédese que ya sigue la historia.

GONZALO yo debería decir eso: dibuje Maestro, que es lo suyo.
Gracias por venir a leer todos los capítulos.
Si gusta, acá va el próximo. Ahora.

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