jueves, 31 de julio de 2008

MENTIROSOS URBANOS (II)

El sanador

Lo siento por los turistas que llegaron a la ciudad en busca de sus playas, pero agradezco a quien corresponda por la tormenta del martes 12 de enero. Al mediodía el cielo se alfombró de negro; pocos minutos después, llovió como para desalentar a Nerón. Nunca imaginé que el chofer del taxi al que subí apurado iba a regalarme la siguiente historia.

Mientras trataba de escurrirme la cara con la remera oía que el taxista maldecía en algunas esquinas. Cuando dobló por la calle Moreno me percaté que insultaba solamente en las intersecciones con semáforos. Quise solidarizarme y comenté la falta de sincronización. El conductor movió la cabeza negando mi comentario. Sorprendido ante ese gesto, arremetí contra la superpoblación de pandillas de limpiavidrios. Obtuve otra seña de negación. Ataqué entonces a los automovilistas que prefieren estacionar en doble fila: tampoco; seguía moviendo la cabeza hacia ambos lados. Continué arriesgando: ciclistas, peatones, colectiveros, gobernantes, próceres. El taxista negaba con la convicción de Pedro hasta que –cansado de mi curiosidad- dijo: “no me banco a esos mentirosos” y señaló a un hombre que iba pidiendo de auto en auto, blandiendo un papel gastado con una mano, y con la otra tomándose el pecho.

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0 Murieron un poco menos:

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